Cumple-madre
Hoy es mi cumple-madre.
Hoy es el cumpleaños de mi primer hijo y, por lo tanto, el día que fui madre por primera vez, mi cumple-madre.
Cualquier mujer que tenga más de un hijo sabe que se les quiere a todos por igual. El mayor no es el más importante, ni al que más quieres, pero, al ser el primero, fue con él con el que dejaste de ser solamente mujer para convertirte en madre. Y ese nuevo sentimiento es algo muy especial, muy especial y que, además, no se borra con el paso del tiempo.
Da igual que tus hijos dejen de ser bebés, que ya no te necesiten, incluso que seas tu quien los necesite a ellos. Todo eso es indiferente. Seguirás teniendo ese sentimiento toda la vida.
Los padres también lo sienten, quizá de una manera algo diferente, pero sin duda igual de emotiva, al menos a juzgar por la forma en que los ojos ancianos de mi padre me miraban cuando apenas podía ya hablar, con una ternura infinita y rebosantes de amor.
Al cortar el cordón umbilical cuando nace tu hijo solamente se consigue una separación física. Poco a poco ese alejamiento es mayor, es lógico y deseable. Los pequeños crecen y quieren independencia. Los adolescentes maduran y la exigen. Las madres y los padres que cuando eran pequeños estábamos, probablemente, deseando tener un rato libre, sin niños, de repente nos damos cuenta de que no queremos independencia ni alejamiento, que lo que más deseamos es seguir compartiendo con nuestros “bebés” su vida, aunque tengan su propia familia, su propia felicidad.
Estamos viviendo tiempos extraños, en los que es algo más complicado de lo habitual tener hijos. En esta época que a veces parece de ciencia ficción, plantearse la maternidad es casi un acto heroico y, sin embargo, es el centro de la vida, lo que da sentido a la existencia y te hace trascender por encima de ti mismo a un nivel superior.
Si no tienes hijos y lees estas líneas, lo más fácil es que encuentres estas palabras exageradas y altisonantes. Sólo las entenderán los padres y madres.
Esa es la verdadera vacuna que necesitamos: la que consiguiese que los más jóvenes pudiesen aprovechar la experiencia, vivencias y conocimientos de los que han hecho ese viaje antes que ellos. Una vacuna totalmente utópica de conseguir y que, aunque se lograse, nadie querría administrársela.
¿Qué podemos hacer? Únicamente algo como esto: escribir una pequeña nota en algún blog y dejar que nuestras palabras nos sobrevivan para que quizá, en algún momento, siembren en otra persona una semilla nueva en forma de idea que, asumida como propia, será plenamente aceptada.
Por cierto, no quiero terminar esta entrada sin decir: ¡¡Feliz cumpleaños, hijo mío!!
El artículo de hace justo un año ;D https://neneco.es/hoy-es-el-cumpleanos-de-mi-hijo/